12 diciembre 2005

El ánimo

La sensación de rabia que tenía el viernes no la sentía hace mucho tiempo. Por suerte ya se me quitó. No me gusta sentirme así.
Porqué siempre pienso que cuando algo no resulta soy yo la culpable? Creo que ya es hora de cambiar mi forma de pensar.
Estoy cansada del género masculino que NUNCA es capaz de decir las cosas por su nombre.
Son los reyes del rodeo, nunca van al grano y raras veces, ante una situación compleja, dicen la verdad.
Finalmente hacen que, cuando la verdad de una u otra forma brota, nos sintamos como las estúpidas mas grandes.
Nunca voy a olvidar el momento en que se acabó unas de mis tantas relaciones, en que la única justificación de él para terminar conmigo era que sentía que debía estar solo, buaj... que paja. Obviamente a los dos meses el tipo ya se encontraba felizmente acompañado y yo como huevona pensando que todavía me quería... lo bueno es que uno aprende, o por lo menos, espera haber aprendido.
Esta situación de soltería para mi es totalmente nueva. Si nueva. Nunca estoy soltera. Pero ahora quiero mantenerme soltera un buen rato, bueno si aparece el príncipe azul no le voy a decir que vuelva depués, pero mi sensación final es que me ha gustado mucho el disfrutar de mi soledad.
A veces siento que algunos especimenes masculinos como que se asustan, no sé, te ven bien parada en la vida, independiente, felizmente trabajadora y salen corriendo. Será que no estoy cumpliendo con el rol bien caracterizado de lo que puede llegar a ser una buena “esposa”. No lo sé. Pero este ha sido un tema bastante recurrente entre mis amigas el ultimo tiempo. A veces de verdad pienso que a muchos hombres les acomoda tener a una “bruja” al lado, que les oriente su camino, que los distancien del carrete mas profundo y que sean unas madres abnegadas. Le estaré poniendo mucho? A veces creo que si y otras que no.
Sólo espero que los buenos hombres (porque sé que los hay) no corran desesperadamente.
En medio de mi rabia nocturna de viernes, me leí por segunda vez un libro de una chilena llamada Andrea Maturana.
El libro está muy bien escrito, pero es bastante triste. Se trata de la historia en paralelo de dos jóvenes mujeres compañeras de la universidad, que se van de viaje al norte juntas sin conocerse muy bien. En este viaje salen a flote las terribles historias de cada una y juntas se acompañan buscando una solución posible en sus vidas.
La primera vez que lo leí, yo tenía 18 años y trabajaba con un ex en una feria de libros en frutillar. Me terminé el libro y en pleno stand (que debe haber sido de 2 x 2) me puse a llorar como una magdalena. Me sentía absolutamente angustiada ante tamañas historias.
Hoy diez años después no lloré. Pero debo confesar que me puse bastante triste. De hecho, elegí ese libro esa noche porque quería entrar un poco en ese estado. Fue bueno.
La próxima semana parto nuevamente de fuga a Puerto Varas. Me encanta. Ya me contaré como estuvo.